viernes, 16 de octubre de 2009

Otoño

Otoño. Me gusta esta estación del año, me parece de lo más romántico (en el buen sentido de la palabra) Hay algo en sus tardes y en su viento que me parece avasallador, tiene tonos sombríos y graves. Han sido tristes los últimos otoños, tengo recuerdos amargos. Fue precisamente un dos de octubre que después de tantos años comencé a escribir, fue catarsis y desahogue de una relación que me llevo a la más fea de las depresiones. Pero la escritura me saco a flote y de entre tanta tristeza me reencontré con la belleza de las palabras y de lo curativas que son para el alma.
Otoño, otoño otra vez me dejo un halo de lagrimas, de opresión en mi corazón, de desencanto y desilusión

No es que me la viva en el infortunio, la alegría solo es un estado de ánimo que al igual que el odio es pasajera, no se está feliz a todas horas todo el día. Es solo que no me gusta que llegue la noche.
Puede pasar el día llena de esperanza, entretenida en mi trabajo, en la gente. Me dejo contagiar por la sonrisa, aventura, energía y amor de los otros, pero no me agrada la sensación que me recorre el cuerpo cada vez que regreso a casa sola porque la noche se vuelve muy pesada y amarga.

Mil pensamientos me llenan de rabia, de angustia y no soporto la idea de volver a lo de hace dos años. Tengo terror de volver a sentir esa mierda en mi vida. No quiero volver a sentir culpa, es lo peor del universo y el tiempo pasa tan lento y tan rápido que cuando me doy cuenta el dolor sigue, sigue, sigue, sigue que parece matar y el año está a punto de acabarse.

El tiempo no cura nada pues no es doctor, es uno y su alma el que hace el trabajo.