viernes, 30 de abril de 2010

Y justo ayer dije que tenìa suerte porque nunca me habìan asaltado! jajaja!

Chava me dejo en casa y yo seguía con ese olor penetrarte de la piel del asaltante con el que estuve 20 o 25 min, muy cerca de él. La gente dice que el tiempo se hace eterno, pero a mí no me paso, por el contrario, pude percibir como el taxi no avanzaba por el trafico de esa hora, no estábamos lejos (aun). El tiempo se hizo más presente que nunca

Ese olor lo tengo justo en este instante. Me dio su “palabra de caballero” de que no se pasaría de lanza, pero no lo cumplió. Casi al final del mini secuestro comenzó a manosearme y su rostro estaba muy cerca del mío, creo que me beso y por eso ese puto hedor no logro quitármelo.

Es sencillo: Tome el taxi frente al trabajo porque iba cargada de cosas. Tres semáforos más adelante se suben dos tipos, uno conmigo y otro con el taxista. No logro entender que está pasando y el wey que viene a mi lado me pide que cierre los ojos, si los abro me dará un madrazo, que coopere con ellos, obedezca y nada me pasara; lo mismo para el taxista. Me explica que lo único que quieren es dinero para salir de un desmadre. Revisan mis mochilas, me interrogan: Cómo te llamas, cuántos años tienes, hijos, estado civil, trabajo, cuánto gano, a qué me dedico, dónde vivo, de dónde vengo y hacía dónde me dirigía. En todo ese tiempo me mantengo en calma, firme en mis respuestas, con una voz clara y pausada que hasta yo misma me sorprendo de mi elocuencia.

Concluyen su revisión y me amenazan para que no diga nada de nada a nadie, menos a alguna autoridad. Sigo con los ojos cerrados. Me dice que me van a bajar y me darán mis cosas -Cuando bajes cuentas 50 pasos, te quedas ahí parada, nada de gritos. Te esperas y te vas. ¿Entendido?- Me pregunta y me pide que repita las instrucciones. Lo hago y queda satisfecho.
Comienza a revisar mis manos y orejas en busca de “algo” -¿por qué no traes dinero, por què no usas tarjetas?- Contesto que no me gusta.

Supongo que entonces al no encontrar más cosas que hurtar decide inspeccionar mi cuerpo. Toca mis pechos y mete sus mano entre mis piernas (Nunca tendrá una mujer como yo, de eso estoy segura) Es entonces que comienzo a querer desesperarme. Solo deseo que no cambie de opinión y quiera hacerme algo más. Me doy cuenta que mis ojos se comienzan a llenar de lagrimas, pero me niego a derramarlas, no le voy a dar mis perlas a ese mal parido. Respiro profundamente, así que me pregunta ¿ya te quieres bajar? Aun me queda ánimos para ser sarcástica –pues estaría bien ¿no? El muy imbécil no entiende mi humor -¿no te quieres bajar?-vuelve a cuestionar –Es sarcasmo- le explico.

Toma mi mano y la coloca sobre su bragueta. Pasan unos minutos. El taxi se detiene y abre la puerta. Es hora de bajarse. Me regresan mi bolsa y él carga mi mochila. Me dice que abra los ojos pero no lo mire. Sale del carro y yo tras él. Me rodea con su brazo y comenzamos a caminar sobre una calle, no me atrevo a voltearlo a ver. Trae algo blanco encima, puede ser una sudadera, su pantalón es de mezclilla y casi estoy segura que lleva una gorra. No paramos de caminar y me da miedo pensar que me llevara a otro lado, quizá a una casa de seguridad. Pero se detiene de pronto y me dice que ya está pero vuelve a manosearme ahí a la mitad de la banqueta, casi encima de mí, no es muy alto; 1.70 puede ser. Toma mi mano, la coloca en su miembro y me pide que lo manipule. Dura unos segundos hasta que le digo que ya no, lo primero que se me ocurre decirle es que la gente nos va ver. Se detiene y me entrega mi mochila, inmediatamente me doy cuenta por el peso que la laptop valió, (me había dicho que no se la llevarían ¡aja!) Ya te puedes ir, todavía el wey me dice “cuídate” y yo le contesto “vale, que te vaya bien” y de verdad que se lo deseé. Por último y antes de irse me da mi respectiva torteada, esas de campeonato.

Camino, camino, lo hago muy aprisa, la calle se ve tan triste, tan pobre y veo en la esquina a dos chavos uno encima de un triciclo que trasporta agua (o eso creì ver) el deja a su amigo, avanza sobre la calle y un impulso me hace bajar de la banqueta para caminar por en medio. Lo alcanzo y le pregunto con la voz entrecortada ¿Dónde es aquí, que colonia es esta? Es notorio mi estado de alteración. El casi niño me responde que es la Obrera. No estoy lejos de la casa de Chava, quiero ir con él. El niño se da cuenta que algo anda mal y me dice que la colonia es chacal

-¿qué te paso? ¿Estás bien?
-Me acaban de asaltar
-¿pero estas bien, te hicieron algo, amiga?
-Me quitaron mi laptop y mi dinero ¿Dónde está el eje central?
-Está ahí en la esquina, pero te acompaño porque aquí también esta chacal
-sí, ya me di cuenta.

No sé qué hacer, ¿me voy en trasporte público o en taxi? No quiero subirme a un taxi otra vez, pero también ya quiero llegar a casa de Chava. Llegamos a una esquina y el niño para un taxi, le dice al conductor que me acaban de asaltar y que me lleve al eje central. Es entonces que logro verlo bien y a los ojos, me pareció lindo. Le doy las más infinitas de las gracias y me regala su nombre: Miguel
Subo al auto y le doy indicaciones. Llegamos en menos de cinco minutos. No me cobra y por suerte una familia va llegando a los departamentos donde vive Chava, por lo que me evito la espera a que baje a abrirme. Subo a tal velocidad que no me doy cuenta que toco su puerta muy desesperada. Abre y como si fuera cámara lenta, veo su mano, si brazo, su hombro, su cuello y finalmente su rostro. Me abalanzo a sus brazos y comienzo a llorar. Ya todo está bien.