miércoles, 20 de enero de 2010

Gorda, bastarda y patética

Tengo que ir a dormir. No lo hago porque te vigilo, all fucking day! Hay un dolor en mi bajo vientre, no iré al doctor (sabotaje)

¿Cómo es posible que no sepas escribir? Te odio y te envidio, odio tus cuentos, las palabras vacías, tus llamadas estúpidas e inoportunas, el que quieras marcar territorio y tu título profesional. Pero no envidio ni tu operación, ni las tetas caídas, mucho menos tus patas flacas, los muslos con celulitis y tríceps flácidos. Tus rebotes de peso me ponen contenta. No envidio tu imperiosa necesidad de estar con alguien y que tu felicidad dependa de una “media naranja”, tampoco envido tus arranques de tristeza, pero lo que me hace verdaderamente feliz es que no importa cuánto hayas estudiado ¡no sabes redactar y no conoces la palabra sintaxis!

Pero ¿por qué escribo de todo esto? Porque debo y tengo que sacarlo de mi sistema y de mi sangre.


miércoles, 13 de enero de 2010

Hace frio, mis brazos se congelan y hace mucho que no escribo sobre mí, sobre lo que sucede allá fuera y aquí adentro. ¿Será pereza? ¿Indiferencia? ¿O simplemente me estoy evadiendo?

Hace semanas que me desentendí de mi situación, decidí que no le daría vueltas a mi vida ni a mis sentimientos. Y aquí estoy, sobreviviendo, cargando con hubieras y con fracasos.

Hay días que me siento vieja para lo que me gusta hacer, pienso que ya es tarde y que el tren de la oportunidad paso hace ya varios años.

Hay veces que quisiera un hogar con cojines rojos, vajilla de círculos negros, fotos antiguas en las paredes, un gran tipo en la cocina preparando la cena que me sonriera al verme entrar y sus ojos fueran tan profundos como para ya no salir de ellos.

En algunos momentos imagino un tren recorriendo prados cubiertos de nieve y yo vestida con una bufanda roja y guantes negros.

También veo un salón con bancas blancas ocupadas por excelsas mentes en una acalorada discusión sobre Martín Serrano – Durkheim, historia-epistemología y temas que no tengo ni una idea.

Despierta sueño con una nariz que haga juego con mi cara y unos dientes más alineados. Conduzco un clásico, llevo un bolso lleno de llaves y tarjetas; abro la puerta de un gran departamento, detrás de mi entra un invitad@ y le ofrezco jugar el rock band de los Beatles.

Y en los sueños más profundos veo un reflector y una cámara que me intimida pero al mismo tiempo me hace vibrar. Hablo con tanta coherencia y lucidez que no puedo creer que esa sea yo

Cuando mis ojos regresan a orbita lo que veo es una mujer delgada con un bonito cabello color negro, que no es tonta pero si muy cobarde, que sabe engañar y simpatizar, que a veces juega a ser rock star y otras tantas a investigadora-antropóloga social sin título; que gusta de las lecturas de mujer, genero y equidad, las cuales mezcla con lo más bajo de la farándula y el encanto de la nota roja. Veo a una tipa de podría ser desdichada y miedosa del sexo pero no se le dio la gana serlo. Se compara todo el tiempo con “otras” y ahora tiene miedo de las jovencitas de 17 años con pechos más grandes y agallas demoledoras, siente que no puede con eso. Tampoco puede con la maestría y con las pincha discos, aun no puede.

Duele lo efímero, lo desechable, lo volátil, que sea una más, una de tantas, reemplazable, menos linda, menos lista y quizá menos especial; duele la costumbre, la rutina, el conocimiento de causa, la que ocupa un hueco y es razón para perder la cabeza. Lastima que lo bello se pose en las manos solo para recordar que no es para siempre y que mañana saldrá sin camino y todo lo que ha pasado fue un reloj de arena roto.

Odia no tener donde caer, donde volar pero más detesta tener que pensar en todo ello.

Ese reloj la persigue, también el biológico pero no se deja, siempre ha hecho lo que ha querido y hay cosas a las cuales jamás sedera.

Porque finalmente es su vida y será ella quien decida cómo morir.