miércoles, 26 de noviembre de 2008

Feliz cumpleaños, señor Belquia.

Emoticón actual: bendecido



El 26 de noviembre de 1934, nació en un pueblo de Oaxaca Abelardo Ignacio Benítez. Hijo de Severiano Ignacio Celis y Juana Benitez Mazas. Tuvo ocho hermanos pero la mitad murió victimas de la viruela. Su niñez la vivió entre el pueblo y el internado de la cuidad de Oaxaca. Desde muy niño comenzó a trabajar, aprendió diferentes oficios y la vida en el campo lo curtió. Era ágil e inquieto. Siendo muy joven salio de su pueblo para aventurarse en la gran cuidad de México. Llego a casa de su hermana Lucia en la colonia San Rafael. Era la década de los cincuenta y la moda en el aquel entonces era los pantalones tipo “pachuco” y una cadena a un lado de la cadera.


A los 33 años conoció avuna jovencita de a penas 17 años. Solo esperaron a que cumpliera la mayoría de edad para casarse y vivir (casi toda la vida) juntos.


De este matrimonio resultaron cinco hijos: Sergio, Rubén, Oscar, Carolina y yo.


Mi padre era un hombre dedicado en cuerpo y alma a su familia. Llego a tener dos trabajos para que nunca faltara nada en casa. Y aun con lo cansado que llegara por las noches tenía el ánimo y la energía necesaria para jugar con sus dos niñas pequeñas.


Teníamos uno muy divertido. Se trataba de tocarnos las piernas y decir “amañas” No me pregunten que quiere decir eso porque es una palabra inventada por mi hermana quien a penas podía hablar. Nos correteaba por los cuartos de la casa y nosotras corríamos y gritábamos como locas hacia nuestra recamara. Nos hacía reír hasta las lágrimas.


Había veces, sobre todo los fines de semana, que me metía en su cama para dormirme junto a él. Mas tarde nos llevaba al deportivo para jugar ya sea béisbol, básquetbol o voleibol. Nadie de sus hijos saco su tiro ni puntería para encestar. Hasta hace pocos años seguía jugando y por increíble que parezca a sus setenta años me ganaba una partida básquetbol. También veíamos los torneos y partidos de los equipos locales. De regreso a casa, nos compraba algún jugo o refresco y papas fritas. Mis padres fueron muy estrictos sobre el consumo de comida chatarra y solo ese día nos era permitido comer “basura”


Tenia la costumbre de contarnos anécdotas de la familia, de los tíos, el bisabuelo, la abuela Magdalena. Hechos que acontecieron en la ciudad de México, como el día que él y sus amigos fueron con toda la “plebe” a despedir a Pedro Infante. Nos contaba sobre la reacción de la gente cuando se estreno el metro y nadie quería meterse por miedo a quedarse atrapados en las profundidades de la tierra.


Mi padre fue una persona que gustaba de caminar- cosa que me heredo- Jamás tuvo carro, le parecía innecesario y de poca lógica. Para ir de compras nos llevaba caminando. Gracias a él aprendí desde muy chica a andar en la cuidad: de Polanco a Iztapalapa, de Ecatepec a la doctores y conocí todas las líneas del metro. También me heredo el gusto por los pastelillos. Y por él conocí mi don dar confort con mis manos. Le gustaba mucho que le masajeara sus piernas y la espalda. -¿Me sobas, hija? Me duele la pierna-
-si, papa, pero poquito.
- Si.


Su mayor hooby era sentarse por las tardes de domingo a escuchar música de Carlos y José, Los Cadetes de Linares, Las hermanas Padilla y ver las peleas de Box. No había nada más divertido en la vida que verlo emocionado y con los puños al aire mientras disfrutaba de un buen encuentro ¡Chingale, cabrón! Decía cuando la pela era verdaderamente buena.


Fuimos muchas veces cómplices de pequeñas travesuras. Cuando salíamos solos pasábamos a la panadería por uno de esos pastelillos que tiene natilla de relleno. Con nuestro pan azucarado en las manos me pedía que no le dijera a mis hermanos puesto que se molestarían de saber que no compramos nada para ellos. De camino a casa, devorábamos nuestra golosina o solo nos sentábamos en alguna banca para comer a gusto.


Amaba las tardes cuando él y yo salíamos solos a hacer las compras, ir al banco o cuando íbamos al centro, eso me encantaba. Conocía muy bien cada calle y cualquier cosa que quisieras conseguir él te decía en dónde podías encontrarlo.


Le entraba con singular alegría al mezcal, pero evitaba la cerveza. El yogurt de fresa era su favorito, no toleraba el agua de tamarindo ni de guayaba. En sus últimos años conoció la salsa catsup y desde entonces se volvió fan.


Hoy cumpliría 74 años. Vive en mi corazón. Lo extraño horrores. Extraño sus manos, el jugo de naranja por las mañanas, el ruido de sus llaves, sus huaraches y su inseparable chamarra café. Extraño ver como se hace el nudo de la corbata, como arreglaba sus trajes y camisas.
Hace mucho que no sueño con él pero sé bien que nos esta cuidando.


¿Te acuerdas papa, cuando jugábamos?
Yo te quiero de aquí hasta______________________



Molde Canticle