jueves, 10 de septiembre de 2009

Chano

Hoy por la tarde falleció uno de mis tíos, mi tío abuelo, hermano de mi abuela Gordiana, madre de mi madre.

Este mes cumpliría setenta y nueve años de edad. No sabía que éramos del mismo mes.

Lo más presente que tengo de él son sus enormes ojos negros, sus bellos pómulos y las lágrimas que recorrían su rostro la tarde en que lo visite junto con mi madre, un día después de que fuera enterrada mi abuela Gordiana. Mi tío no pudo asistir al funeral porque su salud no era la más óptima, a penas si podía caminar. Trato de hacerlo, quiso acompañar la marcha fúnebre pero la fuerza le fallaba y no hubo nadie que pudiera llevarlo hasta el panteón. Se quedo a la mitad del camino y esa imagen de él sosteniéndose con los muros me quiebra el alma. Iba con su sombrero y una camisa blanca.

Esa tarde sentado en el patio de su casa vi como sollozaba como un niño pequeño por su hermana recién fallecida. Cuando sus ojos se llenaron de lágrimas tuve que contenerme para no llorar con él. Fue una escena profundamente triste. Él enfermo sin poder andar, con su dolor, sus manos arrugadas, sus pies a través de los huaraches que él y sus hijos hacían. Se tranquilizo un poco pero cuando mamá le conto cómo fue que murió la abuela volvió a soltarse en llanto. Y yo tuve que volver a tragar saliva. Recuerdo que cuando me despedí bese su mejilla y me dije a mi misma que algún día tenía que escribir sobre ese momento.

Se había recuperado de una embolia cuando por un accidente resbalo en su casa cayo, se fracturo y no pudo volver andar. Los últimos meses de su vida se la paso en cama.

Mamá esta triste, todos los hermanos de la Abuela han fallecido, los hermanos Ruíz Fabián se han trasformado.

Que tengas un buen viaje, tío Chano.