Me enamore de un tipo raro. La primera vez que lo vi fue en la escuela por la tarde. Yo estaba afuera de ese CCH, recargada en sus barras amarillas. Me llamo la atención porque era alto y vestía de negro. Era excéntrico, sus gafas y sus amigos eran diferentes. Yo también era diferente en esos años, quizá más audaz para las nuevas amistades. Nunca fuimos amigos, una sola vez intercambiamos palabras en una cantina. Me parecía de lo más exótico. Él termino la prepa y se fue, y yo me olvide de él.
Pero para reencontrarnos tuvieron que pasar cinco años. Los pocos encuentros que tuvimos en ese lapso no fueron muy amigables, en parte porque mi novio de ese entonces era un bruto machista y yo una tonta dejada. Incluso era muy payaso e inexpresivo conmigo. Solo hablábamos lo estrictamente necesario.
Las cosas cambiaron, nuestras vidas dieron un giro de 180º y una noche platicamos hasta el amanecer. Empezamos a coquetarnos y aunque al principio me resistí caí más pronto que un cojo. Nuestro primer beso fue muy efusivo, ardiente y salvaje. Después de esos besos me acosté en su regazo y él comenzó a acariciar mi cabello, de pronto de sus labios salieron palabras que nunca creí escuchar –Pero que bonita eres, eres muy bonita-me dijo. Yo tenía los ojos cerrados y solo sentía sus dedos recorrer mi rostro. Me sentí tan bien a su lado y tan protegida que me dormí o mejor dicho nos quedamos dormidos tirados en suelo.
Después me llamo por teléfono, me invito a salir y yo acepte gustosa. Nos vimos para echarnos unos tragos, digamos que ese día, por primera vez conocí su interior, me permitió ver sus ojos y descubrir la primera entrada a su alma y me fascino encontrar un hombre sensible, tierno, amoroso y con un exquisito sentido de humor tan negro. Me hacia reír con tanta facilidad que era difícil no entusiasmarse con su compañía. Salimos tres veces más y sin mucho rodeo nos enganchamos, nos protegimos, nos procuramos.
Todo esto sucedió un mes de agosto, para septiembre los mails que nos mandábamos eran de apoyo y confianza. El cuatro de octubre en un conocido antro del centro histórico, me tomo de la mano y con una rola de los Ramones como fondo musical me pidió que fuera su novia.
Ahora tenía a un bello gatito flaquito, con tatuajes de animación, rastitas y gafas de aviador. Con vocabulario de trailero y manos de salón. Epidermis blanca y suave, pies que envidio y labios de corazón. Era feliz.
Había tanta incertidumbre en aquellos días: un corazón roto y decepcionado, una amistad fragmentada y adolorida. Una desconfianza hacia el amor, hacia mí, hacia todo que sus ojos fueron como salvavidas y mi puente para volver a creer en el amor. Su calor fue alimento para mi espíritu quebrantado.
Después de todo este tiempo y de tantos trancazos seguimos juntos. No sé si me ha perdonado del todo, yo estoy en ese proceso y aunque a veces me cuesta mucho trabajo olvidar y soltar cada día trato de hacerlo.
Muchas cosas se han perdido pero creo que lo esencial sigue vivo. A veces extraño al Chava de esos primeros días, el amoroso, lo extraño horrores ¿Regresara?
Aun así me siento dichosa de tenerlo a mi lado, que sea mi compañero y cómplice en este camino, me alegro poder compartir sonrisas, sueños, deseos, miedos, metas, gustos y disgustos
Gracias por todos estos años, Chava Zavala; gracias por aceptarme tal y como soy...